lunes, 20 de octubre de 2008

Cuicuilco... Rodrigo Alemany




Cuicuilco

Canto a las flores
Canto a la sangre derramada

Canto a la muerte y a las calaveras
que roban mi corazón
para volver a la tierra

Canto a la lluvia
deshojada

Hoy los nopales
florecen

La ardilla zapadora
me saluda con su
ciencia

Canto a las flores
a la tumba al sueño
y al vuelo de los patos y garzas
que veo

La mariposa blanca
ronda la pirámide

Veo las flores huelo
las flores desfallezco…

Veo al grillo vigilante
anda por todas partes
salta repta nos cobija
con su sueño nuevo

Canto a las flores a los
gorriones y a las golondrinas

Feliz danzo la danza
de la lluvia…

lunes, 13 de octubre de 2008

Nocturnos.., Rodrigo Alemany




Nocturno I

distanciada
lejos queda la bravura
de un sol pletórico
arriba
las arañas estrelladas
se contraen
dejándonos
sólo el leve
“rasguño de una sangre
en gotas impresas”
trashumante
el fuego se extingue
doblando los soplos
de figuras fantasmales
que apresuradas
guardan el nombre
en la bóveda opacada
abajo
la pelusa y los grillos
se arrinconan:
pasajero es el fondo
de un vacío inmemorial
cartilaginoso vuelo
de polillas sin aire:
efímera nota
de ópalos eléctricos





Nocturno II

va lloviendo el dulce sueño
de las apetencias ingrávidas
el oasis en el centro de la habitación
atestada de libros y papeles
la mirada de estrellas
reflejando las techumbres
la luna oculta
y el sueño del espacio en ciernes

va dilacerando la piel el cantar
de los grillos el sonido de las sirenas
la música lejana de bailes afrodisíacos

en el espacio nuevo
de otra energía liberadora
trasciendo tumbas
cárceles y espasmos lacrimógenos
tachonados recuerdos
algunos grises y otros luminosos
como el rebelde sable
que cortara la oreja del patriarca

va despertando el ímpetu del viento
la melodiosa conexión de los trenes
y los rieles transparentes
el rostro encendido
luciérnaga palpitante
degradando la bruma
de los peces entristecidos
iluminando la página negra
de los nihilistas
la frase sin objeto
el cantar sin basamento

va despertando la paz de los olivares
la cornamenta del gallo nocturno





Nocturno III

la llegada de la noche
los caballos negros cabalgan en el ocaso
el sol grandilocuente
dice adiós a las parturientas
llamaradas del día
la taberna de la noche
exuda tierra y gusanos
el liquen se esparce en la piedra negra
en la esfera negra
en la bóveda negra
la quietud de los búhos
alimenta los sueños de la adormidera
los elefantes azules
vuelan desde el sol hasta la luna

la noche es una escultura
inmensamente olvidada en el océano profundo
las nubes son el plafón que se abre
para encender la linterna de las estrellas

hay un silencio negro y seco
hay una palabra mustia y ajada
la cabalgadura de los centauros
nocturnos me acompañan con su trémulo vacío





Nocturno IV

La noche se alarga
cual murmullo de hojas al viento
imagino que los pastizales
están secos
no obstante la lluvia
y el ruido agonizante de un gato
hacia el vacío

Minutera
tránsfuga de un entorno señorial
la noche reverbera
en su intercambio de avellanadas luces
y los pastizales están secos
creo que los pastizales están secos
cuando muerdo las sábanas
y recuerdo las revoluciones y los indultos
de la esquizofrenia

Noche simple
atrapada nostalgia de un ayer trizado
que deja lugar a los cementerios
de trenes en las esquinas
Me estrujo en las sábanas
me doy vueltas como un carrusel
aherrojado a las vertiginosas aves
y creo que en este instante
los pastizales secos se prenden
como yesca agonizante

La luna deja un corte en los pezones de la noche…







Nocturno melodioso

frecuencia indeleble
buscando la huella del venado
el andar quemado
la frescura de la noche
en la tarde desértica
buscando encuentros astrales
a lo lejos
centellas
círculos de piedra
fauces de arena
melodiosa contigüidad
líquida apariencia compartida
se mueve la embarcación
terrestre ondulan los cimientos
faros y arterias
letreros y multitudes con la palabra
“anunciación” brotando de la boca
lengua ardorosa
palabra viva que aleja las tertulias
del silencio
intercalando paroxismos
otra nube de arena
quema la nave un soplo
a los lejos/distiende la nube
los peces voladores
subestimados mediante
la trémula conciencia

huele a caucho
sabe a ceiba
escala la araucaria
otra fragua de estrellas

en el murmullo subterráneo de las multitudes
se anida la esperanza(uso)
costumbre
se deslava una memoria dentada
en el andar sumergido de los marinos
caminantes

(sueño)
espero la paz
de los vendimiadores
(otro)
nosotros somos el tiempo
que no acalla
figura erguida en su alveolado
andar
nada sabe al indiferente espasmo
de creerse distinto
(nosotros)vuela una estela de venado

jueves, 9 de octubre de 2008

Adrián Franco...Dos Poemas...


I

Retornar

Vida, no me despiertes al frío inhóspito de tu dulzura.

Dame libertad, deja que en mis venas se deslice la oscura sensación de corromper el vuelo,

haz correr sobre mi piel una efímera caricia disuelta entre la escarcha hasta que todos los latidos del adagio de tu savia sean el tímido bosquejo de un preludio sin ayer.

Desterrado del imperio de la eterna dualidad soy ahora el peregrino que retorna a la nostalgia. De nuevo mi nostalgia, de nuevo la mirada aferrada en el espectro, vacía de luz la aurora desatada por la calma, el cúmulo sediento de tanta noche en paz, inerte la ambición de curar las cicatrices estampadas en el fondo más lascivo del recuerdo a esta hora de terrores y esperanzas infantiles, cuando todas las raíces se subliman en el viento.

Déjame ser libre, déjame yacer, déjame mudar la piel del hombre primitivo, abandóname al amparo de las horas cristalinas en el único resquicio donde pude comprender:

Desperté, y la muerte amaneció conmigo.




II

Esculpido en la alborada



Soy caminante, como todos, de la ruta cotidiana del polvo y la orfandad. Hacia el sur de la tarde comienzan a morir los fantasmas del día, los suspiros de las rosas se elevan inaplazables y transfiguran el cielo con polen de luto, los pájaros se apresuran a sus nidos con humo en las venas, cantan el epílogo del viento y se lamentan, como un toque de piedra a la genealogía de su supervivencia, van arrastrando la mortaja del día en este campo florido de cemento y horas secas.

Es esta la vereda yugular del horizonte, línea que divide al hombre, punto sin retorno a la resignación o la costumbre de volver al sueño justo para cada día de labor, del que no hace falta buscar con los ojos el camino, pues basta sólo dar un paso y el camino se abre entero, como las aguas del río bajo el peso muerto de quien se derrumba cansado de la rutina, del sudor, del hambre, del fracaso, de las horas inciertas y de las ciertas convicciones, cansado del mismo frío bajo la misma sábana, de ser lo que es mas no lo que nunca ha sido, del dolor, de la vergüenza, del mito, del adiós, del perro que ladra a mitad de la madrugada y del gallo que también, como Caronte, navega en melódica barca al despertar.

La exhalación de la noche remueve la cortina, a la ventana se asoma un muro, un árbol, un trozo de ciudad y otro de luna. Un lejano rumor de aceite y gasolina moja las costas del aire, rompe en espuma sorda a los pies de la cama y se deshace como nieve en las ondulaciones montañosas de las sábanas. Afuera la tierra duerme mientras yo, exiliado del sueño en esta habitación de tinta y piedra, tengo los pies fríos y el alma inquieta. Gota a gota soy testigo del naufragio de la serenidad en un vaso de noche, hordas de pensamientos que no son los míos cabalgan al sitio en donde nadie los espera, como un vértigo, como un acorde en ruinas, descienden al fondo de la soledad primera, donde no somos nada, ni instinto, ni ego, ni sustancia, apenas aire negro con olor a viejo, a humedad de raíz vieja, de nadie.

Y así, sin nadie, hundido en la espesura de la noche sin cerrojo, el recuerdo de una mirada cae a mis raíces igual que lluvia franca, como una estrella salpicada del polvo de mí mismo, en una clase de beso abstracto, tan frío y confundido como un Lázaro de boca temblorosa que apenas se humedece con el vino de las soledades. Se enciende, se consume, se expía, como un cirio floreciente en la atmósfera infértil de la estancia, como un ala oculta en el extremo opuesto a la cortina de obsidiana, su imagen en mi mente se recrea, se plasma, se difunde, derrama brasas de violetas sobre el oscuro rumor de la fatiga, esboza en la ventana el aura de su nombre, me obsequia el séptimo color del cielo esculpido en la alborada.

¿Qué es esto que siento paralizar todos mis nervios? En lluvia de sílabas se resquebrajan los pretextos, muere el lenguaje inconcluso por una palabra secreta, un sonido claroscuro flota y se desvanece entre mis labios, la brisa gime con uñas rotas en la ventana. Al pie de la verdad no existe nada, sólo un umbral sin cerrojo, sin respuestas. Detrás, la ecuación de los recuerdos ansía desenredarse, y en medio de todo, llamando a la claridad como quien llama a una puerta, nos ahogamos poco a poco en una terca despedida.

Muy tarde, amanece.

lunes, 6 de octubre de 2008

EL CALEUCHE...


El Caleuche

Barco fantasma de las costas de Chile y del mundo entero

El caleuche es un barco fantasma. Sus tripulantes llevan amarradas las manos al silencio más ingrávido. La neblina lo cubre como el aroma de las castañas. Las miradas de los tripulantes tienen el acento de la extrañeza, de la añoranza, de la nostalgia. Los fantasmas extrañan a sus familias que viven en tierra firme. El barco se mece, se arremolina a veces, se agita, se levanta y desciende, aspirando la fresca brisa yodatada y sureña.

Las focas y las ballenas conocen los recónditos confines donde navega, levando anclas, y descansa, el caleuche. Cuánta sobriedad un día no dejara de esperar un mañana mejor, donde la bandera del caleuche hondea y se hace visible a los corazones despabilados.

Huele a ulte y cochayuyo, a marinería endiabladamente fría, azotada por aguas gélidas, por vientos que sólo un portento de figura humana puede resistir. Fantasmal, oculto, desaparecido, aparece en la memoria de los hombres, oscilando entre el terror a encontrarse con el barco y el deseo morboso de saltar hacia él y convertirse en fantasma.

La humanidad vive como el péndulo, desea estar y no estar, vivir y morir al mismo tiempo, dualidad indescifrable. El caleuche es ejemplo del salto amoroso hacia el abismo del agua, con la seguridad de una escafandra, la imagen de los peces y las burbujas, el tubo de oxígeno, el caminar pausadamente encima de la arena y la necesidad posterior de ver el cielo sin amarras, sin casco, ni traje marino.

El principal dolor de los fantasmas, a veces oculto, es el de tener una mujer. Sienten la imperiosa necesidad de beber, pero el capitán del barco hace sonar su campana y lo prohíbe. Los fantasmas comen galletas, hasta han llegado al extremo de tomar agua salada para aplacar el deseo sexual contenido. Algunos quitan el agua que hay en el barco con jarros de aluminio, otros trapean el suelo de madera, otros cocinan. Se observa una estrella de mar fosilizada y en las profundidades avanza una estrella de mar viva, mueve sus aristas, las dobla y avanza. Una mantarraya parece un torpedo; un pez media luna y un pez sin aleta se hacen presentes. Los pólipos respiran, los corales quedan fijos a la escena. En la superficie se distinguen los zargazos verdes.

El caleuche sigue su andar solitario a sotavento. A veces vira a barlovento. La brújula marca dirección al Norte, hacia mares más cálidos. Esperemos que su aventura no termine nunca. El autor se despide de la comedia desde la tierra con un sueño: navegar en un barco visible. Nimio emperador de las costas sureñas, hormiguita en un desierto inconmensurable…


Rodrigo Daniel Alemany Rojas.

sábado, 4 de octubre de 2008

Un minuto de silencio...Miguel Mouriño


Un minuto de silencio
un cúmulo de segundos ahogados
en una ciénaga breve
una gota de tiempo
una espina
una piedra
una hebra
un cabello
acaso un diente
o una letra
o un acento
un algo pequeño
simbólico
perecedero pero presente
por un minuto
presente

Un minuto de silencio
por la quiebra
por la falta de aliento
por los muertos de sida
por las víctimas de la inconciencia
por los niños que han muerto por hambre
por los que han vendido sus sueños
por los que han perdido la esperanza
por los que se niegan al cambio
por los que cabalgan en la grupa de la indiferencia

Un minuto de silencio
por los que mato la guerra
por las víctimas de la ignorancia
por los que están conformes
por los que nunca caminan descalzos sobre la hierba
por los que no beben agua simple
por los que no pierden su tiempo
mirando cada noche a las estrellas
por los que no vuelan
por los que no ríen a carcajadas
por lo que no se toman la vida como algo personal
por los que dejaron de ser niños
por los que se tapan del sol
por los que se quedan dormidos
por los que se quejan del calor y del frío
por los que no creen en el amor

Un minuto de silencio
por los que corren cuando llueve
por los que viven dudando
por los que tiemblan de miedo
por los que lloran la vida
por los que nunca sonríen
por los que se quedan callados
por los que siguen las reglas
por los que no se cuestionan
por los que todo lo saben
por los que esperan y esperan

Un minuto de silencio
por los que se arrepienten
por los que mienten
por los que nunca cantan
por los que ya no juegan
ni corren ni bailan
por los desmemoriados
por los que siempre dicen que no
por los que nunca se esfuerzan
por los que huyen
por los que hieren
por los que matan
por los que no luchan
por los que no sienten

Un minuto de silencio
por la tierra
por el mar
por los animales hermanos
por la capa de ozono
por las selvas y bosques talados
por el agua
por el cielo
por el aire

Un minuto de silencio
por los libros quemados
por las cárceles
por la televisión
por la guerra
por el odio
por la violencia
por los desaparecidos
por los soldados
por los hijos sin padres
por los indigentes
por los marginados
por los estúpidos

Un minuto de silencio
por los que no se reinventan
por los que nunca se mueven
por los que no lloran
por los que rezan

Un minuto de silencio
por el poder
por la gloria
por la gracia de Dios
por su terrible indiferencia...