Luis Emilio Recabarren
La vida es siempre vertiginosa, difícil e inexplicable. Mucha marimba para escuchar el llamado de la selva. El canto de los saraguatos. El rugido de los jaguares, el llamado del ocelote. Verde y vertiginosa primavera, llanto de murciélagos líquidos, espera total e irrevocable.
Nosotros somos la luz de la esperanza, el fuego nuevo, otro sol inextinguible. Nosotros somos la fragua, el pirquén indestructible. Luis Emilio Recabarren, nos llama desde su tumba nuestra, tan tuya y mía. El imparable rugido de la Alameda. Tupac Yupanqui está con nosotros, los otros poderosos. El folklor de los sueños nuevos, el sonido de los caracoles rojos, verdes y amarillos, el fuego nuevo, el sol naciente.
Un puma blanco baja la escala de la vida, hoy está muerto, hoy es transparente. Desde la araucaria hasta los pinos el pueblo mapuche se organiza en rucas. Machitun otra vez, sin vino, con alegría y esperanza nueva. Veo los trenes del Sur, el fuego del carbonero Neruda(Neftalí Reyes Basoalto).Tierra nostra, inexpugnable. Bola 7, ocho es nuestro mundo de jaguares líquidos. La llamada de Arauco no es falsa, no se vende, es irredenta.
Niña, pachamama, mujer, viento alegre, remolino del agua, círculos concéntricos de la ballena. Mujer, flor y fruto. Piñon, manzana, durazno, uva, aquelarre. Mujer nueva, renaces cada día y cada noche. Tu franco equilibrio llama a las estrellas siderales. El navío de Tupac es firme, nunca morirá, se eterniza en la cordillera de los Andes, desde Venezuela, pasando por Colombia, hasta la Patagonia. Mujer, sable de luz, esperanza nueva.
Niño nuevo, paz y esperanza nuestra. Alegría de múltiples colores. Fuego interior que no termina. Alegría de reguilettes, vuelo de volantines. Caracoles, sonajas, concheros, dioses antiguos.
Anchimalen, veo un puma blanco vivo nuevamente, aparece la trutruka, el kultrun, la sonaja de los vientos, el folklor de la lluvia, la pureza de Azul, donde todo renace. Mama, teta, papa, alimento de los dioses nuevos.
Hijo, sueño, paz, justicia y esperanza. Rebeldía imparable. Vuelo de águilas, nobles, fecundas. Hijo, dios Padre, tata, abuelo cola de venado, viejito, dios solar, tierra que gira y se levanta con nuestro camino. Hijo, pureza del espíritu, lluvia en los ojos, llanto del Padre. Llanto alegre, calmo, no espaciado, sideral, infranqueable. Niño, tierna mazorca, pan de Dios, alto vuelo de caracolas.
El baile de los negros no termina nunca, es alegre, y a veces triste, pero la caña y el café nos brindan su vaporcito de América.
Niño sombra, niebla, humedad de Valparaíso. Olor a sal y a puerto nuevo. Frescura ingrávida, aliento de tréboles en acecho. Pueblo niño, alegría indestructible.
El navío blanco nunca muere. Es fraterno, amable solidario. Es un buen camarada. No es racista, ni invisible.
Los negros navíos del olimpo estelar, la hoja de la araña verde, su camita de aceituna, su tejido de estrellas y oasis.
El cúndur vuela muy alto, su hoja es blanca, su alma es blanca, es buena, es indestructible. Su vuelo es patria, pan, pueblo, orgullo y no celo. El salto del cúndur zapatea más fuerte, danza, caza serpientes. Su flecha queda prendida a la memoria.